En el pasado, cuando un familiar moría, se le velaba en el hogar y los niños y las niñas asistían a todo el ritual junto con el resto de la familia (González, 2017). Sin embargo, esta costumbre ha cambiado y ahora se suele apartar a los pequeños de estos momentos, lo que les hace sentir excluidos de la unidad familiar cuando más necesitan su protección. De la misma manera, se ha extendido la tendencia a sobreproteger a los menores con eufemismos o mentiras sobre la muerte para evitarles el dolor (González, 2017). Según Farias (2023), esto es un error, ya que puede generar confusión y angustia en el niño, que puede pensar que la muerte es algo malo o que no puede hablar de ello para no entristecer a sus cuidadores.
Así, el niño no podrá expresar ni elaborar su duelo, sino que lo guardará para sí y se aislara (Farias, 2023). Por eso, es importante preparar a los niños y a las niñas para afrontar la muerte como parte natural de la vida y ayudarles a normalizar las fases del duelo cuando se produzca (González, 2017). De conformidad con Farias (2023), no se puede aislar al niño de las emociones de los adultos, ya que percibe el llanto, los silencios y el aislamiento de sus padres y amigos, y sabe que algo ha ocurrido, por lo que es esencial que el niño aprenda a gestionar sus emociones.
Conceptos Clave
Para comprender mejor la muerte, los niños requieren que se les responda a algunos aspectos fundamentales sobre ella (Díaz, 2013). Uno de ellos es la universalidad, que significa que la muerte le sucede a todo ser vivo. Otro es la irreversibilidad, que implica que una vez que alguien muere, no puede volver a la vida. También es importante explicarles la causalidad, que se refiere a que la muerte ocurre cuando se interrumpen las funciones que mantienen vivo a un organismo. Además, de acuerdo con Díaz (2013), es necesario que se les informe sobre el porqué de la muerte de su ser querido, es decir, las causas específicas que la provocaron.
Es común que los niños se sientan culpables por la muerte de alguien cercano, ya sea porque tienen una visión egocéntrica del mundo o porque han tenido algún conflicto con esa persona que les genera remordimiento (Díaz, 2013). Por eso, es crucial aclararles que no tienen ninguna responsabilidad en la muerte. Asimismo, se les debe permitir que expresen los sentimientos que tengan al respecto. Hay que recordar que no existen sentimientos buenos o malos, y que si no quieren manifestarlos en ese momento, se les puede decir cómo se siente uno mismo y que se les escuchará cuando estén listos para hablar. No hay que temer hacerles daño o causarles algún trauma. Por lo general, los niños afrontan la muerte de una manera más natural que los adultos, pues ya han tenido contacto con ella a través de las películas, la naturaleza, los cuentos, entre otros. Según Díaz (2013), si se muestran afectados, suele ser porque perciben el impacto emocional que la muerte tiene en los adultos y se contagian de esos sentimientos.
Comunicar la Muerte a los Niños
Para que los niños comprendan la situación, se les debe decir la verdad cuando alguien de su familia ha fallecido (Farias, 2023). Uno de sus padres o, en su defecto, un pariente o amigo muy cercano, debe comunicarles el fallecimiento con delicadeza y afecto (González, 2017). Se debe escoger un lugar tranquilo y seguro, preferiblemente su habitación, donde el niño se sienta protegido y acompañado. Se debe sentar junto a él o ella y establecer un contacto físico y visual, como por ejemplo abrazarlo, tomar su mano o acariciar su pierna. Se debe hablar con calma y claridad, usando palabras simples y frases directas, sin evitar términos como "muerto" o "muerte" (González, 2017). Algunas familias creyentes pueden recurrir a explicaciones religiosas, como que el difunto "está en el cielo con Dios", pero esto puede resultar confuso o ambiguo para el niño (Farias, 2023). De acuerdo con Farias (2023), se debe evitar dar falsas esperanzas, como que el ser querido "es una estrella" o que "va a volver".
Por último, se debe incluir a los niños en las ceremonias de despedida, siempre que tengan la edad para comprender lo que van a escuchar o a ver durante los oficios religiosos (Farias, 2023). En correspondencia con Farias (2023), ahora más que nunca necesitan que se requiera su presencia activa, que se les tenga en cuenta y se les valore como un miembro importante de la familia.
Primera Infancia
La primera infancia comprende el período de vida que va desde el nacimiento hasta los 2 años (Ruiz Mitjana, 2020). Durante este tiempo, se produce un hito importante en el desarrollo evolutivo: entre los seis y los ocho meses, los niños adquieren la noción de permanencia de objeto, lo que significa que pueden sentir la ausencia de la persona con la que han establecido un vínculo fuerte, y que la recuerdan aunque no esté presente, deseando reencontrarse con ella (Cid Egea, 2011). Este hito es el primer prerrequisito para la formación del concepto de muerte, que se empieza a construir a partir de las experiencias de separación y encuentro con los objetos que los rodean (Cid Egea, 2011). Según Farias (2023), cuando los bebés y los niños pequeños no entienden la muerte, pero perciben los sentimientos de los cuidadores, es importante que el adulto reconozca su necesidad de estar triste.
Esto implica que, aunque desconozcan el significado de la palabra muerte, los bebés y los niños pequeños sí notan la no presencia de la persona, sobre todo si se trata de una figura de referencia (Cid Egea, 2011). Entonces, la muerte la perciben como una ausencia y son conscientes de los cambios que provoca en sus rutinas (Cid Egea, 2011). Asimismo, hay que tener en cuenta que las expresiones emocionales muy intensas del adulto pueden angustiar al niño (Ruiz Mitjana, 2020). Por eso, hasta los 2 años, los niños manifiestan sus emociones con la conducta y no con el lenguaje. Cuando el niño tiene lenguaje, es importante usar palabras simples y breves, y comunicar la noticia con claridad y calma, ofreciendo un ambiente de seguridad. El cuidador deberá transmitir la noticia en un lugar cómodo y familiar para el niño (Ruiz Mitjana, 2020). Como aún no tienen claro el concepto de irreversibilidad de la muerte, González (2017) menciona que, es importante que entienda que la muerte no es algo mutable.
El momento adecuado para hacerlo es cuando el adulto siente que tiene bajo control sus propias emociones; después de comunicar la noticia, debe haber la posibilidad de que el niño o la niña retome su juego o su rutina habitual (Ruiz Mitjana, 2020). Esto es fundamental en esta etapa, puesto que el mundo de los niños depende de las rutinas diarias y el contacto con los cuidadores (Ruiz Mitjana, 2020). Por consiguiente, se deben preservar las rutinas lo más posible, pues esto le brindará protección al niño (Farias, 2023). De la misma manera, se debe procurar mantener los espacios del pequeño como estaban antes del fallecimiento del ser querido, con el fin de evitar cambios que le generen más angustia, confusión o inseguridad (Cid Egea, 2011). Finalmente, de conformidad con Farias (2023), se debe cuidar de no separarse físicamente del niño y ofrecerle atención para consolarlo y transmitirle seguridad.
De 3 - 5 Años (Edad Preescolar)
Para los niños de estas edades, la muerte es un estado temporal y reversible que se parece a dormir o a soñar, por lo que creen que la persona fallecida despertará o regresará algún día (Cid Egea, 2011). Por eso, es crucial utilizar un lenguaje claro, preciso y real cuando se les explique lo que implica morir o lo que significa la muerte, teniendo en cuenta que interpretan de forma literal lo que ocurre a su alrededor (Cid Egea, 2011). El cuidador principal será el encargado de darles la explicación en un momento de calma y en un lugar seguro para ellos (Ruiz Mitjana, 2020). Conforme con Cid Egea (2011), no hace falta darles una explicación extensa o metafísica sobre la muerte, sino ofrecerles un conocimiento práctico y basado en hechos que les ayude a comprender qué pasa, por qué pasa y cómo reaccionamos ante la muerte.
La noticia se les comunicará tan pronto como sea posible, sin esperar más tiempo (Ruiz Mitjana, 2020). Se les ayudará a entender que la muerte es irreversible y que las personas que mueren no las volveremos a ver (Cid Egea, 2011). Ante su posible duda de si nosotros también moriremos, se les podrá decir que eso ocurrirá cuando seamos "muy, muy, muy viejitos". El uso de múltiples "muy" les transmite que las personas suelen morir cuando son ancianas, lo que implica que ellos ya serán "adultos". Es una forma de darles seguridad en su condición de niños. Según Cid Egea (2011), si la causa de la muerte ha sido una enfermedad, se les hará énfasis en que las personas mueren cuando están "muy, muy, muy enfermas" para que distingan los niveles de enfermedades y comprendan que, cuando se está "malito", no hay riesgo de morir.
Se evitará decir cosas como "viajó al más allá" o "se fue a dormir", ya que el niño no lo entenderá y puede generarle miedo a dormir o a viajar (Farias, 2023). Los niños deben saber que el ser querido ha muerto y que eso significa que no lo verán más (Farias, 2023). La mejor forma de conocer lo que los niños entienden sobre la muerte es dialogar con ellos (Cid Egea, 2011). Al preguntarles qué piensan, se puede saber qué comprenden sobre lo ocurrido y resolver las dudas y preocupaciones que planteen (Cid Egea, 2011). Finalmente, conforme con Ruiz Mitjana (2020), se les ofrecerá un espacio para que puedan expresar sus dudas si las tienen.
De 6 - 9 Años
A esta edad, los niños comprenden que la muerte es irreversible, pero todavía tienen algunas preguntas sobre qué les pasa a las personas que mueren, si les duele, si pueden escucharlos o dónde van (González, 2017). Es importante que los adultos les respondan con sinceridad y les ofrezcan respuestas abiertas para que puedan formar su propia opinión al respecto (González, 2017). En esta etapa, según Ruiz Mitjana (2020), es normal que busquen muchas explicaciones y por eso los adultos deben estar dispuestos a resolver sus dudas con franqueza y claridad.
Cuando se les comunique la noticia de una muerte, se les debe dar una explicación clara, real y breve, sin demorarse mucho en transmitirla (Ruiz Mitjana, 2020). Por ejemplo, se les puede decir que hay personas que creen que los fallecidos van al paraíso, otras que renacen después de un tiempo, otras que todo termina con la muerte y que en realidad nadie lo sabe con seguridad, y se les puede explicar lo que los adultos piensan y sienten al respecto, pero también se les puede invitar a que piensen y crean lo que les haga sentir mejor (González, 2017). En pocas palabras, en correspondencia con Farias (2023), los niños y las niñas deben saber que el ser querido que ha fallecido no volverá y que no podrán volverlo a ver más.
Otro aspecto a tener en cuenta es que los niños en edad escolar pueden sentirse culpables por lo sucedido y el adulto debe asegurarse de hacerles entender que nada de lo que hicieron, dijeron, dejaron de hacer o de decir, provocó la muerte, y que nada de lo que hagan podrá hacer que la persona vuelva a la vida (Farias, 2023). Asimismo, es posible que sientan miedo de quedarse solos, sobre todo cuando el adulto que ha fallecido era importante para ellos. Según Farias (2023), se les debe recordar que no todas las personas que se enferman, mueren; se les debe tranquilizar sobre su salud y recordarles cuántas personas los quieren y los cuidan; se les debe ayudar a hacer sus actividades y con ello reducir los niveles de ansiedad.
De 10 - 13 Años (Preadolesencia)
A esta edad, los niños ya tienen una comprensión de la muerte similar a la de los adultos y su principal preocupación es su propia seguridad y la de su entorno (González, 2017). Para comunicarles la pérdida de un ser querido, se debe hacer de forma clara, breve y sincera (Ruiz Mitjana, 2020). Se debe buscar un lugar íntimo y tranquilo para hablar con ellos y permitirles que expresen sus emociones y que planteen sus dudas o preguntas. De esta manera, se les facilita que se sientan escuchados y apoyados (Ruiz Mitjana, 2020). En este momento, puede ser de gran ayuda que se les comparta los propios sentimientos o que se les cuente las experiencias de duelo que se hayan vivido en la juventud (Cid Egea, 2011). Así, se les transmite que, a pesar del dolor por la muerte, se puede seguir adelante con la vida. De acuerdo con Cid Egea (2011), el testimonio de los adultos es el ejemplo más fiable para ellos.
Es posible que el niño o la niña no quiera hablar sobre la muerte porque le resulte muy doloroso (Farias, 2023). En ese caso, se debe respetar su ritmo y su espacio, y dejarle que elija si quiere estar solo o acompañado de sus amigos o amigas (González, 2017). Lo importante es hacerle saber que hay personas que lo quieren y que estarán disponibles para lo que necesite. También se debe explicar al niño o a la niña que el duelo es un proceso que lleva tiempo y que poco a poco se irá recuperando la normalidad, y comprender si se muestra irritable o callado, ya que la rabia y el silencio son a veces formas de expresar el sufrimiento. Además, en correspondencia con González (2017), se debe respetar el dolor del niño, independientemente de su edad, si se trata de la muerte de una mascota, pues es un miembro más de la familia.
A los diez años, el niño o la niña puede realizar algunas acciones para despedirse del ser querido, como visitar a un enfermo, llevar flores al cementerio o asistir a una ceremonia de homenaje, siempre que se le explique el sentido de estas acciones (Farias, 2023). Según Farias (2021), no es necesario que vea el cadáver ni que asista al tanatorio, ni que se le den detalles sobre el fallecimiento, ya que esto puede dificultar su asimilación, pero sí puede participar en las ceremonias de despedida que son una forma de honrar la vida y de guardar los mejores recuerdos del ser querido.
Adolescencia
La adolescencia es una etapa especialmente sensible en la que se enfrentan a la comprensión de la muerte como lo hacen los adultos, sin embargo pueden negarse a expresar sus emociones (Farias, 2023). Ante esta situación, es crucial explicarles de forma cuidadosa la muerte definitiva y el motivo de la misma, respetando su espacio y mostrándose disponibles para resolver cualquier duda o pregunta que les pueda surgir en ese momento (Ruiz Mitjana, 2020). Además, conforme con Ruiz Mitjana (2020), es idóneo que la noticia la comunique la persona que tiene más vínculo con el adolescente, en un lugar íntimo y lo más pronto posible.
Los adolescentes pueden preguntarse muchas cosas sobre la muerte, dar su opinión y exponer sus teorías acerca de por qué morimos y si existe o no "un más allá" (Cid Egea, 2011). Estas cuestiones deben responderse con franqueza, confianza y honestidad, sin ocultarles la verdad, puesto que eso es lo que más necesitan en este momento (Cid Egea, 2011). También pueden tratar de encontrar un sentido a la muerte y cuestionarse sobre el propósito de la vida (Farias, 2023). En este caso, en correspondencia con Farias (2023), se debe ser paciente y alentar al adolescente para que exprese su dolor, sin juzgarlo ni minimizarlo.
Algunas actividades físicas, como escuchar música, escribir, dibujar entre otras, pueden ayudarles a reducir la tensión y canalizar sus emociones (Farias, 2023). Sin embargo, hay que estar atentos a las posibles conductas peligrosas que puedan empezar a tener y que pongan en riesgo su vida, como el consumo de drogas, sexo sin protección, etc. (Cid Egea, 2011). A veces, el adolescente se siente tan alejado de la realidad de la muerte que le parece que, mientras sea joven, puede ser inmune a ella. Ante estas conductas, no es recomendable abusar del castigo o insistir en que entiendan los peligros a los que se exponen, ya que ellos ya saben que, si arriesgamos la vida, todos podemos morir. Lo que realmente puede ser más eficaz es procurar que vivan esta realidad como algo posible, a través del testimonio de otros cuya vida sí ha resultado dañada. Según Cid Egea (2011), la idea de la inmortalidad cobra mucha más fuerza en esta etapa, cuando se sienten movidos por una energía en permanente ebullición.
Referencias
Carpio, J. Á. (2013, noviembre 1). Cómo explicar la muerte a los niños: “Siempre hay que decir la verdad”. RTVE.es. https://www.rtve.es/noticias/20131101/como-explicar-muerte-a-ninos-siempre-hay-decir-verdad/780285.shtml
Cid Egea, L. (2011). Explícame qué ha Pasado. Fundación Mario Losantos del Campo. https://www.psie.cop.es/uploads/GuiaDueloFMLC[1].pdf
Díaz, P. (2013, enero 24). Cómo Explicar la Muerte a los Niños. Fundación Mario Losantos del Campo. https://www.fundacionmlc.org/como-explicar-la-muerte-a-los-ninos/
Farias, I. (2023). Cómo Explicarles la Muerte a los Niños. PsicoActiva. https://www.psicoactiva.com/blog/como-explicar-la-muerte-a-los-ninos/
González, M. (2017, junio 25). Cómo Explicarle a un Niño o Niña la Muerte de un ser Querido. Psicplogía y Mente. https://psicologiaymente.com/clinica/explicarle-nino-muerte-ser-querido
Ruiz Mitjana, L. (2020, julio 16). Cómo Explicarles la Muerte a los Niños. La Mente es Maravillosa. https://lamenteesmaravillosa.com/como-explicarles-la-muerte-a-los-ninos/
En estos temas de duelo,inclusive muchas veces en los adultos nos es muy difícil asimilarlo,sobre todo cuando tú dolor y sufrimiento no lo puedes expresar abiertamente ya que tienes que cuidar y consolar a tus familiares que también están sufriendo esta pérdida.Saludos desde Veracruz México.